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Los niños y las mascotas

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Imagen propiedad de mamás y nenés

Creo que no fue sino pisar los cuatro años cuando mis nenés comenzaron a preguntar si podíamos tener un animalito en casa. Y creo que pocas cosas de las que han pedido con tanto afán me ha tocado valorar una y otra vez. Mi cerebro inmediatamente me decía que no, por el trabajo adicional, por la responsabilidad. Porque si vamos a tener un animalito con nosotros es para tenerle bien. No sólo pensando en la felicidad que va a dar a mis hijos, sino también en que él esté bien.

Claro, pero uno no es sólo cerebro. El corazón me pedía a gritos que escuchara a los nenés y buscara una mascota que nos pudiera encajar. El corazón me recordaba que yo llamaba a mi padre Manimal, como el protagonista de aquella serie de los 80’s en la que un chico tenía la habilidad de convertirse en el animal que él quisiera y aprovechaba ese don para ayudar a la policía a resolver crímenes. Por supuesto que mi papá no tenía esa mágica habilidad ni trabajó nunca para la policía, pero sí que amaba a todas las especies de  animales y no podía ver ninguno perdido, sufriendo o maltratado porque se lo llevaba a casa con él. Igual se ha fascinado siempre mi padre con una ardilla, que con un insecto o un perrito. Y fue esa habilidad de sentir amor por cualquier animalito y por su afán en conocer a fondo esa especie con la que llegaba a casa sin previo aviso, que mis hermanas y yo terminamos llamándole Manimal.

Habiendo sido tan afortunada de tener un padre que en casa nos tenía gatos, perros, tortugas, pajaritos, alguna serpiente de jardín y fuera de casa hasta algún caballo… me sentía en deuda con mis hijos y no deseaba privarlos de la experiencia. Y habiendo sido mi mamá tan tolerante, que jamás le echó a mi padre ninguno de los animalitos aunque a ella le gustaran poco, ya tenía yo el listón un poco alto. Mi marido de niño nunca tuvo mascota, pero bebe los vientos por nuestros nenés… y cuando me vio que no estaba firme en el «no» se dedicó a darme cada día nuevos argumentos de por qué él estaba más que decidido a traer ese nuevo miembro a la familia. Así fue como mi marido se dedicó a la tarea de estudiar como para una tesis de grado los mejores animales de compañía para nuestros niños y que pudieran vivir a gustito en un piso como en el que vivimos. Y luego de tamaño investigación, nos decidimos por un hermoso gatito. Consideramos que su nivel de independencia nos viene genial porque aún nuestros niños son pequeños y creemos que en la casa tenemos espacio para que él se sienta cómodo y a gusto.

Recién comenzamos esta aventura, pero creo que la mascota le va a venir muy bien a los niños. Creo que tener animales en casa desde pequeños, quererlos y cuidarlos nos ayuda a ser más sensibles y más condescendientes. Nos obliga a ponernos en el lugar del otro, principalmente porque el otro no sabe hablar. Nos hace más felices, porque qué virtud tienen los animalitos para recibirnos contentos siempre. Nos enseña que los animales sienten, reaccionan y tienen personalidad. Y, algo muy importante:nos enseña a tener responsabilidades, porque esta criaturita ahora va a depender de nosotros y nuestros cuidados.

Creo que nuestro gatito va a ser muy afortunado, porque estos dos pequeñajos que son la luz de mi vida le van a dar el amor, el cariño y los cuidados que no está en los escritos. Así que, de entrada, todos habremos ganado.

¿Vosotros ya habéis pasado por esto? ¿Tenéis mascota o ni siquiera os lo planteáis?

Mamá ¿qué es eso de donar?

Este fin de semana de puente me tomé una tarde para el cambio de armario del nené. Aprovechando que viene el tiempo frío, me dediqué para revisar si todo lo que tiene el niño en sus cajones le sirve y lo usa. Los niños, por norma, crecen súper rápido, pero además yo tengo esa sensación de que mi pequeñín crece demasiado pronto… quizás porque es el único que hasta hace nada me quedaba como bebé. 😉

Así que, en cuanto el pequeño comenzó su siesta, armada de paciencia y con una buena caja me senté en el suelo de la habitación y empecé a revisar los cajones, uno por uno. Separé rápidamente lo que podía quedarse de lo que no, y de este último grupo, lo que estaba en perfecto estado, lo comencé a doblar y organizar en la caja para donar. Cuando tenía algún rato en esto, se me acerca mi hija mayor, que está por hacer seis añazos a finales de año. «¿Qué haces mami?» me preguntó mientras se sentaba a mi lado… «reviso los cajones de tu hermano para donar lo que ya no le sirva princesa» le dije mientras doblaba algunas camisetas… entonces asomó sus hermosos ojos a la caja que ya tenía varias cositas y preguntó: «¿donar? ¿qué es eso de donar mamá?.

En ese momento me fue inevitable darme cuenta cuánto ha crecido mi nena. Ya está lista para que yo pueda explicarle cosas como que hay personas y organizaciones que se dedican a hacer caridad… y que lamentablemente este mundo no es justo, y hay quienes no cuentan con recursos para adquirir las cosas más elementales. Más duro fue explicarle aún que esas familias que pasan necesidades también tienen niños, y seguramente la ropita que su hermano dejaba como nueva podía abrigar a otro pequeño. Le expliqué que, siempre que esté en nuestras manos, es bueno tratar de ayudar a otros. Y que donar no es, bajo ningún concepto, regalar lo viejo o lo roto; donar es darle una segunda oportunidad a esas cositas que tanto nos han gustado y tanto hemos disfrutado.

Al final, a la peque le pareció tan bien el tema de donar, que se quedó conmigo a organizar todo lo que saqué del armario y hasta me ayudó a reunir los juguetes que también podíamos donar. Me pidió que cuando fuese a entregarlo, ella quería acompañarme, porque quería ver la felicidad de otras personas recibiendo esas cositas y me hizo prometerle que el siguiente finde revisaríamos juntas qué podíamos donar de su armario. Cuando terminamos, me dejó muy claro que era consciente de que todo lo que donábamos  debía estar limpio y en excelentes condiciones… aunque también me dejó saber que quizás no fui demasiado precisa al especificar hasta qué niveles puede haber personas pasando necesidad… con esa maravillosa inocencia que quisiera que los niños no perdieran nunca me preguntó:  «mami, cuando vayamos a donar, igual podemos mirar si hay algo que nos sirva a mí y a mi hermanito… ¿verdad? Sólo una cosita o dos mami, porque seguro habrá más niños e igual habrá algunos que no tengan nada nada… ¿vale?».

El acoso escolar también es violencia

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Imagen: Save the Children

Muchos padres se preguntan por qué en ocasiones sus hijos no quieren ir al colegio o a una actividad en particular. Creo que en ese momento, lo que todos más nos tememos es que otros niños le estén molestando. Por eso es necesario conocer las señales que pueden encender la alarma.

Mamás y papás debemos estar muy atentos, desde que son nenés. Recomienda Save the Children que observemos al niño y vigilemos cambios de conducta o humor, que les escuchemos con atención, comprensión y confianza. También debemos reforzar en nuestros hijos su autoestima y el concepto de nuestro derecho a ser respetados. Y en dado caso de que detectemos o sospechemos de alguna situación de acoso, es muy importante la comunicación con la escuela.

De acuerdo con Save the Children «el acoso escolar y el ciberacoso son formas de violencia entre iguales que se dan tanto en la escuela – acoso – como en Internet – ciberacoso – a partir de las relaciones que desarrollan en la vida escolar«. Lo más grave no es sólo lo que sucede, sino la gran cantidad de repercusiones negativas que puede tener en el bienestar del acosado, en su desarrollo y en el ejercicio de sus derechos.

En una publicación del 18 de febrero de 2016 titulada «Yo a eso no juego», Save the Children puso sobre la mesa estadísticas preocupantes sobre el acoso y ciberacoso en España. Y lamentablemente sus resultados nos hacen saber que el acoso escolar es mucho más frecuente de lo que algunos pudiéramos pensar.

Si bien no todas las experiencias con violencia califican como acoso, sí pueden llegar a serlo. Indica Save The Children que 1 de cada 10 estudiantes afirma ser víctima de acoso, que el 60% de los niños reconoce que alguien les ha insultado en los últimos meses y, de estos últimos, un 22,6% reconoce que ha sido de manera frecuente. Y como si ya no sonara suficientemente preocupante, casi un 30% de los niños afirma haber recibido golpes físicos. También de los datos del informe se desprende que  los colectivos más vulnerables son las chicas y los más jóvenes.

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Imagen: Save the Children / Yo a eso no juego

Para la realización del informe han interrogado a los niños por sus conductas agresoras y la mitad de los estudiantes reconoce haber insultado o dicho palabras ofensivas de alguien. Incluso uno de cada tres afirma haber agredido físicamente a otro niño. Los agresores por lo general no tienen muy clara la razón por la que acosan, pero tienen en común con los acosados la baja autoestima.

En el acoso tanto víctima como agresor son personas requieren ser atendidas. Mamás y papás: estemos muy atentos y exijamos siempre el derecho a ser respetados. Es un problema que lamentablemente existe, pero recordemos que también podemos prevenirlo y atacarlo de forma temprana.

Fuente (Consultada en Octubre de 2016): Fundación Save the Children y su publicación Yo a eso no juego

Deportes para niños – Bowling

Probablemente no es un deporte en el que de entrada se piensa como disciplina, sino que se asocia más su práctica con momentos de ocio. No obstante, como práctica regular ofrece grandes beneficios entre los que podemos destacar tanto el estimular la concentración como facilitar el entender el efecto de “acción y reacción” sobre los objetos.

Lo que más me gusta de este deporte:

  • Puede practicarlo toda la familia junta
  • Permite desarrollar el entendimiento del efecto “acción y reacción” sobre los objetos (Por el movimiento de la pelota, cómo se caen los pines, etc)
  • Favorece la concentración
  • Como cada tiro es diferente, implica que el nené deba reflexionar en cada uno de sus lanzamientos.

Algunos tips de seguridad para practicar este deporte:

  • Es muy importante que el peso de la bola sea el adecuado para el tamaño, la edad y las capacidades del niño. En caso contrario se pueden ocasionar lesiones.
  • Es necesario verificar que el tamaño de los agujeros de la bola son los adecuados para el grosor y el largo de los dedos del niño. En caso contrario se pueden ocasionar atascos desagradables.
  • Es imprescindible enseñar al nené a coger la bola correctamente. Por su peso, si la bola se cae en un descuido, puede lesionar al niño o a quienes estén a su alrededor.

Algunos tips para los padres:

  • Cuando se vaya a convertir en una práctica regular, conviene adquirir las zapatillas y la bola para el nené. Ambas tienen la versatilidad de ofrecerse no solo en la talla y el peso adecuado, sino también en colores y diseños que se adecuen a la personalidad del niño.
  • Vale la pena ayudar al nené en las primeras sesiones de práctica. No solo enseñándole como coger y lanzar la bola, sino también mostrándole algunos tiros que mamá o papá hagan bien, para incentivarlo a practicarlos.
  • Es útil tener algún entrenador que indique, desde el principio, todas las instrucciones básicas. Dónde y cómo pararse antes del lanzamiento, desde dónde calcular el tiro, cuándo usar las marcas del piso de adelante o las de atrás, cuándo situarse más a la derecha o a la izquierda, cómo debe quedar la mano luego de lanzar dependiendo del tiro que se quiera lograr… etc. Aunque a simple vista parezca sencillo no es fácil, es un deporte de estrategia.