En estos días estaba enseñando algunas palabras en inglés a mi hija mayor, de tres años. Nos apoyábamos en una app del teléfono que nos arrojaba palabras en inglés aleatoriamente. Cuando ella no la conocía la palabra yo la describía, para ayudarla a adivinar su significado. Cuando llevábamos algún rato entretenidas aparece “mouse”. Yo rápidamete pienso en la descripción: “un animalito chiquitiiiiiito que le tiene miedo a los gatos y le encanta comer queso… Probablemente la versión más conocida y querida es la comiquita Mickey”. Mi hija reconoce la palabra enseguida y dice casi gritando de la emoción: “la cosita de la computadora mamá, la que mueves con la mano”. Y, para mi gran sorpresa, la sugerencia descriptiva de la app era precisamente… ¡el mouse de la computadora!
Los niños de hoy crecen en un mundo digital. No hay ninguna duda. La tecnología forma parte de sus vidas y no podemos quedarnos ciegos ante eso. Mis hijos, particularmente, rápidamente dejaron de interesarse por las laptops o los teléfonos de juguete para empezar a usar juegos para niños en el teléfono o en la computadora de mamá.
Es un hecho que esta generación nace conociendo, por ejemplo, la instantaneidad de las fotos… qué absurdo les parecerá a mis hijos cuando me toque explicarles que yo usé cámaras con “rollo”… y peor aún… ¡que debía esperar a terminarlo para mandar a revelar las fotografías y ver cómo habían quedado las imágenes! Y esto supone un reto para nosotros, los papás. Para dosificar la tecnología, para hacer nuestro mejor esfuerzo en controlarla, para combinarla con juegos tradicionales y para protegerlos de cosas para las que aún no estén listos.
Soy fiel creyente de que mantenerlos excluidos no tiene sentido, porque tarde o temprano necesitarán familiarizarse… y peor aún, si los mantenemos alejados del mundo digital en algún momento les tocará adentrarse por necesidad, y en ese momento sus contemporáneos les llevarán una arroba en el manejo de dispositivos. Tampoco creo que el bebé deba vivir con la tableta como parte de su pañalera, o que los juegos y las interacciones del niño se centren exclusivamente en la tecnología. Ambos polos, como todo extremo, no son lo más aconsejable.
La participación, supervision, acompañamiento y explicaciones de los papás o adultos responsables de la crianza es fundamental. Así todos podrán integrar la tecnología paulatinamente en sus vidas, poco a poco. Aprenderán a utilizarla con confianza, entenderán cómo usarla para facilitar muchas tareas y comprender cuándo si y cuándo no debe usarse. Esa es la clave para que los niños comprendan la función de estas tecnologías en su vida cotidiana y para que las usen con tranquilidad.
A muchos nos preocupa el sedentarismo que muchos juegos tecnológicos pudieran propiciar. O la poca socialización. Por ello creo que, en lugar de preocuparnos, lo más conveniente es ocuparnos de que toda interacción con la tecnología sea dosificada y compartida con juegos de imaginación, con actividades en grupos, con bailes, con tardes de parques, con interacción con mascotas, con la lectura de libros, con juegos al aire libre. Yo, personalmente, recuerdo con un sabor especial esos días de parque en los que el pantalón pesaba el doble por la tierra que llevaba a casa. Esos días cuando mamá me decía jugando que no sabía si debía meterme en la lavadora con la ropa o si mejor me bañaba con la ropa puesta.
Los niños no son pasivos por naturaleza, y de ello podemos valernos para hacer cualquier actividad más interactiva. Mi hija adora algunas series de television para niños. Yo trato de validar siempre con ella que haya entendido la historia, que haya comprendido la moraleja… e incluso le pido que le cuente lo que vió a su hermano y que algunas escenas las dramatice, para estimularle la memoria, la imaginación y hasta la capacidad de síntesis.
Creo que acompañarlos y apoyarlos en este mundo tan tecnológico que los ha recibido es primordial… y pienso también que es maravilloso que, desde ya, puedan sacar provecho de esto.