Este fin de semana de puente me tomé una tarde para el cambio de armario del nené. Aprovechando que viene el tiempo frío, me dediqué para revisar si todo lo que tiene el niño en sus cajones le sirve y lo usa. Los niños, por norma, crecen súper rápido, pero además yo tengo esa sensación de que mi pequeñín crece demasiado pronto… quizás porque es el único que hasta hace nada me quedaba como bebé. 😉
Así que, en cuanto el pequeño comenzó su siesta, armada de paciencia y con una buena caja me senté en el suelo de la habitación y empecé a revisar los cajones, uno por uno. Separé rápidamente lo que podía quedarse de lo que no, y de este último grupo, lo que estaba en perfecto estado, lo comencé a doblar y organizar en la caja para donar. Cuando tenía algún rato en esto, se me acerca mi hija mayor, que está por hacer seis añazos a finales de año. «¿Qué haces mami?» me preguntó mientras se sentaba a mi lado… «reviso los cajones de tu hermano para donar lo que ya no le sirva princesa» le dije mientras doblaba algunas camisetas… entonces asomó sus hermosos ojos a la caja que ya tenía varias cositas y preguntó: «¿donar? ¿qué es eso de donar mamá?.
En ese momento me fue inevitable darme cuenta cuánto ha crecido mi nena. Ya está lista para que yo pueda explicarle cosas como que hay personas y organizaciones que se dedican a hacer caridad… y que lamentablemente este mundo no es justo, y hay quienes no cuentan con recursos para adquirir las cosas más elementales. Más duro fue explicarle aún que esas familias que pasan necesidades también tienen niños, y seguramente la ropita que su hermano dejaba como nueva podía abrigar a otro pequeño. Le expliqué que, siempre que esté en nuestras manos, es bueno tratar de ayudar a otros. Y que donar no es, bajo ningún concepto, regalar lo viejo o lo roto; donar es darle una segunda oportunidad a esas cositas que tanto nos han gustado y tanto hemos disfrutado.
Al final, a la peque le pareció tan bien el tema de donar, que se quedó conmigo a organizar todo lo que saqué del armario y hasta me ayudó a reunir los juguetes que también podíamos donar. Me pidió que cuando fuese a entregarlo, ella quería acompañarme, porque quería ver la felicidad de otras personas recibiendo esas cositas y me hizo prometerle que el siguiente finde revisaríamos juntas qué podíamos donar de su armario. Cuando terminamos, me dejó muy claro que era consciente de que todo lo que donábamos debía estar limpio y en excelentes condiciones… aunque también me dejó saber que quizás no fui demasiado precisa al especificar hasta qué niveles puede haber personas pasando necesidad… con esa maravillosa inocencia que quisiera que los niños no perdieran nunca me preguntó: «mami, cuando vayamos a donar, igual podemos mirar si hay algo que nos sirva a mí y a mi hermanito… ¿verdad? Sólo una cosita o dos mami, porque seguro habrá más niños e igual habrá algunos que no tengan nada nada… ¿vale?».