No es fácil explicarle a los nenés el tema del miedo a practicar algún deporte. Eso de que valiente es el que enfrenta sus miedos y no se deja vencer por ellos, no el que no le teme a nada. Porque todos tememos a algo. Hasta el más valiente en algún momento ha sentido un susto. Supongo que es natural y creo que lo más importante es aprender a manejarlo y utilizar esa emoción a tu favor.
Cuando mis hijos me dicen que algún deporte o alguna actividad les causa temor no los condeno por ello. Ellos ya conocen cuáles eran los deportes que a mí, de pequeña, me asustaban. Y no se los digo avergonzada, les explico que me siento orgullosa de haberme podido sobreponer a ese miedo. Mi objetivo es explicarles que el temor es algo natural, pero que cuando dominen esa disciplina el miedo habrá desaparecido.
Me he encontrado con profesores y monitores que quieren que todos los niños naden a la misma velocidad, o que todos patinen a la par, o que todos trepen o corran igual… en fin, que logren la meta juntos. Respeto su postura, lo que les dice su experiencia… pero también pienso que no vale para todos. Por eso a veces prefiero las clases más pequeñas, con menos niños al mismo tiempo, porque cada uno trabaja más individualmente sus áreas de oportunidad. Es importante que vivan el tema de la competencia, claro que sí, muchas veces anima… pero no podemos masificar la consecución de las metas, ni hacerles sentir mal por no ser promedio en algo… ni mucho menos permitir que sientan miedo de no lograr la meta cuando todos la logren.
Yo creo que cada niño tiene su ritmo. Y es importante saberlo respetar. No todos los niños son iguales y unos son más virtuosos para unas cosas mientras que otros destacan en otras. No todos podemos ser excelentes en absolutamente en todo. Sea por las condiciones que se requieren o por el interés que despierten en uno.
Ahora bien, también creo en animarlos a no desistir. Seguir su ritmo, en mi caso, no implica no ponerle metas. No implica desapuntarse a una clase… ¡no señor! Significa adecuar sus metas a ellos. También insisto a mis hijos en que me expliquen sus angustias. En ocasiones, al verbalizarlas ellos mismos descubren que han visto su miedo más grande de lo que realmente es. A veces un “mamá me da miedo la piscina” es un “no me gusta que me salpiquen agua en los ojos porque siento miedo de no ver bien” y se puede solucionar usando gafas de natación. Otras veces un “no quiero ir a la práctica” es en realidad un “mi grupo va más adelantado y me siento fatal”… y se resuelve practicando en casa un poco más. Tal vez un “no me gusta el fútbol” o “detesto el béisbol” es un “los días de práctica estoy agotado y por el cansancio muchas veces lo hago mal” y mejora cambiando los horarios. No siempre es así. A veces hay miedos que se escapan de nuestras manos y es mejor tratarlos con un profesional, pero precisamente por eso es importante hablarlos para conocerlos y dimensionarlos correctamente.
Creo que es muy útil pasar por diversas disciplinas para encontrar la que más engancha al nené. Así como nos pasa a todos los seres humanos, ellos también serán mejores y evolucionarán más rápidamente en aquello que más les motive. Creo también que hay algunas disciplinas que es importante practicar aunque no les gusten mucho, como la natación –por ejemplo- que lleva una importante connotación de seguridad. Eso sí, esas que sean útiles pero no les encanten… pues quizás será mejor si se practican con el claro objetivo en mente de que será para aprender a “defenderse” y no de apuntarse para unas olimpíadas… como empezamos a soñar muchas mamás cuando les vemos en una cancha o en la piscina 🙂