A mi hija mayor (de casi tres años) una de las cosas que más le gusta y le entretiene es cantar. Eso ha resultado excelente para mí porque no importa en donde estemos, siempre podemos divertirnos. En las tardes, cuando vuelve del colegio, le gusta sentarse conmigo y jugar a que ella es la maestra y yo soy la alumna. Me hace repetir todas las canciones que cantan en el colegio, una y otra vez, con coreografía incluida. “Buenos días mamá ¿cómo estás?… ¡Muy bien!… Mamá levanta los brazos cuando digas muy bien…” Y así voy aprendiendo rapidito porque, la verdad, no siempre me tiene mucha paciencia.
Cuando ella termina todo su repertorio del colegio siempre me pregunta: “Mamita… ¿qué quieres que te cante?” Y como a mí me encanta escucharle su dulce vocecita entre palmaditas, empiezo a pedirle –como a cantante que está por terminar su concierto- las canciones que aprende en casa. Esas que me cantaban mi mamá, mi papá, mi abuela o que me voy inventando. Anoche le digo: “¡Ahora la del marinero, por favor!” Esa canción del marinero la aprendí de mi abuela, quien con su hermosa voz la repetía incansablemente cuando mis hermanas y yo éramos niñas. La nena adora la canción, siempre cantamos solamente la primera y la última estrofa porque son las que mejor recuerdo y –por ende- las que le he enseñado. Le encanta cantarla en la ducha, jugando a ser marinera, y hacemos dramatizaciones de cómo va subiendo el marinero las escaleras, cómo se cae y cómo se pone triste porque ya no puede tocar más su guitarra.
La canción comienza como un cuento, con había una vez y todo. Así son las dos estrofas que solemos entonar:
Había una vez, un viejo marinero,
Que su guitarra gustaba de tocar,
Y cuando se acordaba, de su patria querida,
Tomaba su guitarra y se ponía a cantar,
En altamar, en altamar, en altamar.
Pero una vez, subiendo la escalera,
Los zapatos mojados, le hicieron resbalar,
Con su guitarra en mano, se cayó el marinero,
Se le rompió una cuerda, no pudo más tocar.
En altamar, en altamar, en altamar.
Supongo que anoche, tras las mil canciones que había cantado, olvidó cómo empezaba la que mamá le estaba pidiendo. Pero para mi sorpresa, eso no fue problema para ella. Ella resolvió contarme la historia a su manera:
“Esta es la canción para mamaaaaaá
La del marineroooooooo
Y se cayó ese señor y se le rompió su guitarra
Y no pudo más tocaaaaaarrr
TARÁN!”
Luego de cantar y bailar muy inspirada, voltea a mirarme, como para ver mi reacción, porque está consciente de que así no iba la tonada original. Yo estaba tan divertida por su canción, tan feliz de ver cómo había resuelto el tema del olvido y tan contenta por palpar cómo se sabía la historia detrás de la canción, que no paraba de reír y pedírsela nuevamente. La cantó alrededor de cinco o seis veces, de forma idéntica, en su deliciosa y propia versión.
Anoche me hizo reflexionar mucho mi hija con esto. Cuánta razón tenían papá y mamá cuando me decían que los libros no había que aprendérselos de memoria para los exámenes, sino entender lo que allí me estaban diciendo. Y eso no es fácil de lograr, definitivamente es mucho más sencillo el conocido “caletre” o “de memoria”… pero ahí si te olvidas de una palabra, lo olvidas todo. Y si lo recuerdas para el examen a los pocos días ya lo olvidas.
Más aún, las canciones -como toda historia- dejan enseñanzas en los niños. Y si comprenden las causas y las consecuencias, hemos ganado un aprendizaje adicional. Para el caso de la canción del marinero, debo confesar que no hay vez que mi nena salga de la ducha o de la piscina y no me diga: “despacio mamá, tengo los pies mojados, no me quiero caer como el marinero”. Y ahí está la enseñanza indeleble en su cabecita, porque si algo no faltó en su versión fue precisamente la caída de “ese señor”.
Por eso –y por muchas cosas más- creo que la música, con sus historias cantadas y sus dramatizaciones, abonan perfectamente el terreno desde la infancia temprana para ese análisis que va a ser taaaan necesario tanto en el plano escolar como en la vida misma. Así que anímense papás, a cantar y dramatizar, que sus hijos se lo agradecerán.