
Imagen: mamás y nenés
Confieso que nunca he sido una maravilla con el orden. Pero desde que mis nenés llegaron a casa a hacerme la mamá más feliz del mundo, el caos pareció multiplicarse en casa 🙂 No hay tarde que un juguete no esté en el suelo, los cajones de mi pequeña que ya escoge su ropa no duran nada ordenados, las sillas nunca están en su lugar, algún zapato se cuela siempre en la entrada y muchas noches, cuando ya me voy a acostar, me encuentro con un pleno de Toy Story que mi pequeño dejó en mitad del pasillo.
Son pequeños, y no quiero ni agobiarme ni agobiarles, pero hemos fijado algunos límites y responsabilidades para que la casa no parezca un campo de guerra. Sobretodo para que no tropecemos, para que encontremos las cosas cuando las buscamos, para que las cosas no se dañen accidentalmente y para que mamá no sienta que la casa se le viene encima cuando abre la puerta 😛
Nuestro primer aliado han sido las cajas, de todos los tamaños, plásticas y de cartón. En cajas guardamos los zapatos de uso diario que casi siempre están fuera del armario. Otra cajita para los legos. Cajas pequeñas dentro de los cajones para clasificar las coletas y los moños de la niña. Cajas más grandes y más pequeñas para guardar en ellas los carritos y las pelotas del niño. Cajas para el cajón de las medicinas y cajitas para los rompecabezas desarmados. Cajas blancas o de colores, pero siempre cajas cerradas. Así si tienen un poco de entropía adentro, no queda a la vista 😉
Nuestro segundo mejor amigo ha sido hacernos a la idea de que vamos a mudarnos cada seis meses. Y es que cuando uno se va a mudar siempre empieza a desechar lo que ya no necesita o no le sirve. A veces me encuentro con los armarios de los niños a tope, y si acaso un tercio de lo que tienen allí es lo que realmente usan. Así que 2 o 3 veces al año hacemos inventario de armarios y clasificamos todo en tres grupos: lo que usamos siempre con lo que usamos un poco menos pero nos encanta, lo que ya no nos sirve y está en perfecto estado y lo que necesita algún arreglo. El primer grupo se queda sin duda, el segundo lo organizamos en una bonita caja para donarlo y el tercero lo llevamos a valoración, pero lo dejamos fuera del armario. Ese grupo que necesita algún arreglo pasa inmediatamente a ser reparado/reformado o desechado, pero nunca vuelve al armario sin haber sido modificado.
Lo mismo que con el armario, hacemos con los juguetes al menos una vez al año. Creamos los mismos tres grupos y repetimos el mismo proceso. Solemos hacerlo en diciembre, antes de la navidad y los reyes, procurándole un nuevo espacio a los juguetes que vendrán y dejando los juguetes que ya no usamos y han quedado en perfecto estado al servicio de otros pequeños a los que les hará ilusión usarlos también.
Procuro hacer lo mismo con los documentos: correspondencia, informes del colegio, informes del médico, circulares, trámites, facturas… Para esto casi no me llega la vida, pero como lo deje en el lugar equivocado acabará decorado por mis nenés y sus preciosos dibujos con ceras. He ido creando, poco a poco, unas carpetas archivadoras en donde voy guardando los documentos importantes y más atemporales, con alguna etiqueta que me ayude a identificarles pronto cuando les necesito. Los múltiples sobres que llegan cada semana a casa los abro y los leo. Los del cole, esos que una vez que pase el paseo o la tutoría tiramos, van directo a puerta de la nevera para recordar la fecha; y una vez que pasa la fecha directo a la basura. El resto van a una caja muy mona (cerrada también) que tengo adentro del mueble del recibidor, y una vez al mes (o cuando la caja ya se ha llenado bastante) dedico algún rato para pasarlos al archivador. Esta parte es la que menos me agrada hacer, pero me da la tranquilidad de saber que cuando necesito un documento no invertiré toda una mañana en encontrarle.
Ultimamente he tratado de llevar un poco este sistema a la despensa de la cocina. De momento va bastante bien, a ver cuánto dura. Hemos definido algunos grupos de alimentos para cada estantería, así da igual si la compra la he sacado yo si la guarda mi marido o si los nenés colaboran en la organización, más o menos quedan colocados siempre en el mismo lugar.
A pesar de que parece mucho trabajo, la casa no es ni de lejos un templo del orden. Todas las noches los nenés saben que deben recoger los juguetes que estén en el salón. No debe haber juguetes fuera de sus habitaciones. Pero claro, alguna vez en la semana les pillo cuando ya se han dormido y es a mamá a quien le toca recoger lo que haya quedado fuera de su espacio. A la mayor ya le he enseñado también a doblar la ropa, así cuando he hecho la colada, dejo su ropa en su cama y ella es la encargada de doblarla y guardarla en los cajones. Cuando empezamos con esto definimos un cajón para cada grupo de ropa: la ropa del cole, los pijamas, los calcetines, los pantalones, las camisetas… tener eso predefinido les ahorra mucho tiempo al organizar. Y el hecho de que lo doblen los mismos niños, mágicamente, ayuda a que se mantengan mejor dobladita la ropa cuando sacan algo de algún cajón 😉
Así nos ayudamos un poco todos. Todos colaboramos más y los nenés van aprendiendo de responsabilidades. Todos más contentos y la casa bastante «transitable» cuando menos 🙂